martes, 12 de noviembre de 2013

El Anonimato de mis Letras

A veces pienso que al mirar al cielo puedo volar, que al cerrar mis ojos puedo soñar, al estar en silencio puedo sentir, al acompañarme la soledad puedo sonreír, y siempre busco un lugar al que pertenezco, prefiero ver a los ojos del viento, porque, aunque retroceda, es eso lo que no me limita a pensar, a avanzar, a seguir y disfrutar. Quisiera cerrar los ojos por un segundo, y soñar… encender una vela y desear… derramar una lágrima y suspirar… porque entiendo que mi anonimato es grande y mis pensamientos nulos; pero es mejor sentir, porque no es la sociedad la que me mueve, es la diferencia. Este mundo es de los trotamundos, es de los adultos, aquellos que sólo se limitan, aquellos aburridos adultos que se olvidaron de soñar, los que se olvidaron qué era ser niño, qué era disfrutar.

Bienvenidos, bienvenidos sean todos a un mundo ejemplar donde sólo trabajas, donde sólo violencia vives; pero te doy la bienvenida a mi mundo, donde sueñas despierto, donde el silencio reina, donde ser niño es de esencia y no de sociedad, donde las letras controlan pensamientos y las palabras sobran ante miradas inusuales, donde el pan de cada día se resume en diferencias, donde “vida” tiene otro significado y donde las pequeñas cosas de la misma vida son tu religión diaria.

Quizás lo encuentres aburrido… tú creciste ya. Tal vez sea interesante, demasiado infantil; pero no es una limitante. No es común y mucho menos intrigante, es donde sabes que tendrás que comer mierda para defenderlo, donde, sin importar los resbalones, levantarte es lo esencial y no sólo la simple inercia es la que te permite estar en pié.

A veces necesitamos el dolor para recordar que estamos vivos, para saber que nos necesitan, para ser más fuertes cada día. Soy adicta a la nicotina de mis ilusiones, soy viciosa al alcohol de mis sueños; quiero creer que soy un ángel perdido, saber que me amparo en solitarios deseos. Pero ahora estoy segura que sólo quiero mirar a la luna y sonreírle. Encontré quién acompañe mi soledad. Y qué más da, sólo el tiempo es testigo de un momento, sólo la vida es tan larga para darnos el tiempo suficiente como para sanar heridas, como para ser masoquistas, y así mismo tragarnos las palabras para terminar en este mismo punto, conociendo y admirando el anonimato de mis letras.

Maria Reyes Gómez

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